En las alturas de Putre, en el corazón de la región de Arica y Parinacota, vive una mujer que ha hecho del telar no solo su oficio, sino también su forma de conectar el presente con las raíces más profundas de la cultura aymara. Julia Cañari y su emprendimiento Wiñay Marka —“Pueblo Eterno” en aymara—, es una tejedora que ha transformado su pasión en un emprendimiento que hoy cruza fronteras.
Julia comenzó a tejer cuando apenas tenía ocho años. Entre jornadas de pastoreo, utilizaba ramas de ñakatola, una planta medicinal del altiplano, para fabricar pequeños palillos con los que creaba ropa para sus muñecas: gorros, chalecos y diminutas prendas que anticipaban el arte que marcaría su vida. Aquellas primeras puntadas, heredadas de las enseñanzas de su madre y su abuela, se convirtieron en el inicio de una vocación.
Con el tiempo, Julia comprendió que el tejido no era solo un oficio, sino también un lenguaje cargado de símbolos. Aprendió a planificar diseños, a innovar en productos y a comprender realidades turísticas que la inspiraron a mirar más allá de su pequeño local en Putre. Su sueño no era únicamente vender en su tierra, sino que mostrar al mundo la riqueza cultural de los Andes. Y lo consiguió: hoy sus creaciones llegan a Bélgica y Estados Unidos.
Pero para Julia, cada exportación es mucho más que un logro comercial. “Esta no es cualquier exportación, esta es una exportación que tiene que ver con lo ancestral, con lo tradicional, con las raíces de esta zona tan rica en tradiciones y cultivos”, señala con orgullo. Y es que cada pieza que crea con lana de alpaca encierra los valores de la cosmovisión andina: el respeto por el agua, la dualidad de la vida y la armonía con la naturaleza.
Los textiles de Julia buscan revalorizar la cultura y las artes ancestrales aymaras, preservando una herencia que se transmite de generación en generación. Su historia refleja la fuerza de las mujeres indígenas que, con talento y perseverancia, transforman los saberes de sus abuelas en oportunidades de desarrollo sostenible, donde la tradición y la modernidad caminan juntas.
Con cada hilo que entrelaza en sus tejidos, Julia no solo da forma a una prenda, sino que también entreteje identidad, memoria y futuro. Así, la tejedora de Putre demuestra que los sueños, cuando se trabajan con pasión, pueden convertirse en realidades que inspiran a todo un pueblo.
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